La Palma, 20 de noviembre. Un estudio crucial sobre los efectos de la erupción volcánica en la salud de los habitantes de La Palma proseguirá en 2026. Este proyecto, que se desarrolla bajo la dirección de la unidad de Investigación del Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria, tiene como objetivo realizar un seguimiento exhaustivo a corto y medio plazo de los participantes para evaluar el impacto en la salud pública tras el evento volcánico.
Los hallazgos iniciales son preocupantes, sugiriendo que el tiempo prolongado en la zona de exclusión, que supera las ocho horas diarias o se extiende por más de sesenta días, ha estado vinculado a un incremento en problemas respiratorios y oculares. Esto ocurre a pesar de que los afectados han utilizado medidas de protección como mascarillas y gafas, según informó la Consejería de Sanidad en un comunicado oficial.
Durante la 'Conferencia Internacional: Erupción del Tajogaite', la investigadora Cristo Rodríguez, del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria y de la Gerencia de Atención Primaria de Tenerife, presentó los recientes avances del estudio ISVOLCAN. Este importante evento reúne a expertos de diferentes disciplinas para intercambiar resultados y aprendizajes tras la erupción volcánica.
Rodríguez explicó que la investigación, que comenzó en enero de 2022, ha completado su fase inicial de reclutamiento y se han realizado cuestionarios de salud a más de mil participantes, además de evaluaciones físicas y análisis de sangre.
Uno de los hallazgos más significativos indica que el tiempo prolongado en la zona de exclusión incrementó la incidencia de problemas respiratorios y oculares. Esto se observó a pesar de las precauciones tomadas, como el uso de mascarillas. Rodríguez enfatizó que estos resultados se han documentado en tres artículos científicos publicados hasta la fecha, que abordan los síntomas reportados durante la erupción, la biomonitorización de contaminantes y el estrés postraumático asociado.
El primer artículo analizó una muestra de 857 participantes, en su mayoría mujeres con una edad media de 51 años, quienes vivían a distancias que variaban entre 6.7 km en la región oeste y 10.9 km en la oriental del volcán. Un notable 90% de estos individuos se dedicó a la limpieza de ceniza volcánica, con síntomas más comunes que incluían irritación ocular (45.9%), insomnio (44.9%), ansiedad y depresión (44.7%), además de síntomas respiratorios (36.45%). Aquellos que residían en la región más afectada, la occidental, presentaron más probabilidades de experimentar problemas respiratorios, depresión y ansiedad en comparación con los de la región oriental.
En el segundo artículo, que aborda resultados de biomonitorización en sangre de los primeros 393 participantes de la región oeste, se detectaron niveles significativamente altos de aluminio y titanio en aquellos que vivían más cerca del volcán (a menos de 6.5 km). Aunque no se consideran tóxicos, estos elementos son comunes en emisiones volcánicas. Además, los fumadores mostraron más cadmio y plomo, probablemente debido a sus hábitos, mientras que la limpieza de cenizas reveló niveles elevados de níquel y cobre, pese al uso de mascarillas.
Los investigadores han subrayado la importancia de estos datos como una referencia inicial, aunque carezcan de valores previos, ya que son fundamentales para futuras mediciones de estos contaminantes y su evolución a lo largo de los años.
Un tercer artículo se centró en el análisis de estrés postraumático (TEPT) relacionado con la erupción, evidenciando una mayor prevalencia de este trastorno en mujeres y en personas que fueron evacuadas. Este riesgo también se asoció a niveles educativos más bajos, menor distancia al volcán y antecedentes de depresión. Además, se observó que una mala calidad del aire coincidía con puntuaciones más altas de TEPT.
El equipo del estudio ha iniciado una nueva fase de seguimiento, con el propósito de difundir resultados que analicen los datos clínicos y epidemiológicos en función de la exposición sufrida por los participantes en los años posteriores a la erupción. Con esto, se trabaja en el desarrollo de un índice de exposición que facilite la identificación de riesgos relacionados tanto con la cercanía al volcán como otros factores geofísicos y epidemiológicos.
De cara al 2026, el plan incluye una nueva conexión con los participantes para realizar un cuestionario epidemiológico y pruebas físicas, así como la extracción de sangre. Esto permitirá evaluar la aparición de nuevos problemas de salud en relación con el nivel de exposición y continuar el monitoreo de contaminantes, analizando la evolución de las sustancias detectadas durante los cinco años tras la erupción.
El equipo de investigación está compuesto por profesionales multidisciplinarios, dirigido por Manuel Fuentes Ferrer, médico preventivista del Hospital Universitario La Candelaria, y Antonio Cabrera de León, catedrático de Medicina Preventiva en la Universidad de La Laguna, junto con un grupo de expertos de diversas universidades y hospitales de la región, lo que asegura una amplia colaboración científica en el estudio.
A través de estas líneas de investigación, el proyecto se ve enriquecido por la colaboración de vulcanólogos y geoquímicos, facilitando la aplicación práctica de los resultados en distintas áreas del conocimiento. Los participantes seleccionados son de dos zonas distintas de la isla: 831 provienen de los municipios más expuestos a la erupción y los restantes de áreas menos afectadas, lo que garantiza la representatividad de ambas realidades en la investigación.
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