La isla de Tenerife ha registrado uno de los meses de septiembre más calientes de su historia, alcanzando una temperatura media de 22,7ºC, cifra que la coloca como el noveno septiembre más cálido en los registros. Este dato, procedente del informe climático de Aemet, revela que el mes tuvo una anomalía térmica de 0,9ºC, lo que ha llevado a calificarlo de "muy cálido".
En términos de precipitaciones, septiembre no ha sido excepcionalmente húmedo, con un promedio de 3,8 litros por metro cuadrado, lo que representa el 61% de lo que se habría esperado según patrones históricos. Esto lo convierte en un mes considerado "normal" en cuanto a lluvias, y lo sitúa como el vigésimo sexto más seco desde 1961.
El inicio del mes estuvo marcado por un clima anticiclónico, donde las temperaturas eran algo más frescas que lo habitual. Sin embargo, a partir del 5 de septiembre, la llegada de una onda del este trajo consigo un flujo de aire cálido desde el sur, provocando un aumento considerable de las temperaturas, que alcanzaron su punto más alto los días 7 y 8, con anomalías cercanas a los 2,0 ºC.
Durante este fenómeno, también se registró la intrusión de polvo, que, aunque afectó principalmente las capas altas de la atmósfera, tuvo un impacto notorio en las condiciones ambientales.
A pesar de la disminución en la altitud de la capa húmeda, esta se mantuvo en niveles que no generaron ascensos sustanciales en las zonas costeras y las medianías bajas del norte de la isla.
A partir del 9 de septiembre, se produjo un refuerzo de los vientos alisios que trajo consigo una caída en las temperaturas, que se mantuvieron por debajo de la media habitual hasta el día 12.
Entre el 13 y el 15, una nueva ola de calor hizo su aparición, impulsada por la dorsal africana que comenzaba a posicionarse sobre el archipiélago. Simultáneamente, el anticiclón atlántico se movía hacia el este, permitiendo un flujo del este que se combinó con el aire cálido del sur, lo que llevó a un periodo de temperaturas elevadas que se extendió desde el 13 hasta el 20 de septiembre, alcanzando su cúspide los días 18 y 19. Posteriormente, a partir del 21, se experimentó un rápido enfriamiento.
La temperatura durante este periodo de calor extremo cumplió con los criterios de lo que se consideraría una "ola de calor".
Además, la intrusión de polvo mineral desértico fue notablemente más intensa y amplia que en los meses de julio y agosto, afectando no solo a las capas altas, sino también a las zonas más bajas del archipiélago.
Desde el 21, el retiro de la dorsal africana hacia el este, junto con el restablecimiento de los alisios y el movimiento del vórtice cerca de Mauritania, generaron un contexto propicio para un descenso en las temperaturas, que se mantuvieron en valores igual o por debajo de la media desde el 23 hasta el final del mes.
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