• martes 28 de marzo del 2023

La víctima de una agresión sexual infantil cuenta una década de "mal y odio" y de qué manera vio "la luz" al denunciar

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Solicita a quienes padecen que "no" procuren la vía del suicidio pues sí "hay salida"

LAS PALMAS DE GRAN CANARIA, 15 Mar.

Víctor es un joven de 24 años, natural de Las Palmas de Gran Canaria, que a lo largo de una década padeció en silencio agresiones sexuales a manos de su abuelo materno. Una situación que arrancó a los 11 años y hasta prácticamente su mayoría de edad, transformando su adolescencia y juventud en una época de "mal y odio", con múltiples intentos de suicidio, del que solo consiguió comenzar a ver "la luz" al denunciar lo ocurrido frente a la Policía Nacional.

"El mal y el odio siempre y en todo momento los llevaba conmigo. Es con lo que siempre y en todo momento he estado familiarizado, a recibir mal y a tener odio", cuenta a lo largo de una charla con Europa Press siendo preguntado por los 2 tatuajes que dibujan los nudillos de sus manos con las dos expresiones en inglés: 'hate' y 'pain'.

En diciembre de 2022 es en el momento en que se escoge a denunciar frente a la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer (UFAM) y, a pesar de que sabe que lo vivido "estará ahí" siempre y en todo momento, se dió cuenta de que contarlo y denunciarlo se convirtieron para él en una "salida, una luz" y "una promesa". Además, confía en que anunciar públicamente su crónica ayuda para contribuir a otra gente que estén viviendo ocasiones de agresión sexual, crueldad o depresión.

La historia de Víctor es la de una familia donde él es el menor de tres hermanos que compartían su historia primordialmente con su madre, puesto que el padre acostumbraba a estar temporadas fuera de la isla por trabajo, aseverando que "escaseaba de aprecio paterno", y si bien en su casa "todo era habitual", su niñez fue un "poco dificultosa" por el hecho de que padeció "bullying".

A ello se sumará que a la edad de 11 años padece su primera agresión sexual en el momento en que, recuerda, un día en el que se encontraba solo con sus 2 hermanos en el hogar, llega su abuelo y en un instante en el que Víctor asiste al baño, que está a la vera de la habitación de sus progenitores, tras salir está con su abuelo en la puerta, quien lo transporta al dormitorio de sus progenitores donde lo tiende y empieza a besarlo por distintos unas partes de la cara mientras que se "estriega".

"No sabía a que venía todo eso" por el hecho de que su abuelo "jamás" les mostraba aprecio: "era rudo". Tras lo ocurrido el abuelo se "rió, se levantó y salió", dejando a Víctor con una "sensación extraña". Esta va a ser la primera oportunidad de muchas que se van a repetir frente a la inocencia de Víctor, que no sabía de qué manera reaccionar frente algo que le era completamente irreconocible y que le hacía sentirse "extraño".

Será cerca de los 12 ó 13 años en el momento en que su abuelo le ofrece una tarde proceder a casa de unos primos, más allá de que le afirma que antes van a pasar por la vivienda de sus bisabuelos, ahora muertos, para ventilar la vivienda.

"Recuerdo la ropa que llevaba, el volumen 12 del cómic que leía y como fue a la habitación de sus progenitores: me tiró en cama, se levantó, se desnudó y se sentó en un sillón de la habitación de sus progenitores y me mencionó que le hiciese una mamada", enseña para añadir que la justificación que su abuelo le daba a eso que le hacía era a fin de que a Víctor "no" le gustasen los hombres.

"Cada trauma se queda bien nítido y eso nunca lo voy a olvidar. Fue la primera oportunidad", asegura, si bien la vivienda de sus bisabuelos volvería a ser testigo de un segundo episodio pese a la negativa de Víctor. Será desde este instante en el momento en que su abuelo empieza a obligarle a hacerle felaciones y también procura traspasar pero al "no" poder "se encolerizaba, se masturbaba o procuraba" masturbarle.

Todas estas ocasiones llevaban a Víctor a preguntarse: "¿qué me hacen?. Me asqueaba un tanto todo, me removía las tripas". Sin embargo, acepta que se empezó a normalizar lo que se encontraba viviendo más allá de que "tenía temor" y padecía "muchas pesadillas" en las que soñaba que su padre o su hermano le forzaban a hacerle lo mismo que su abuelo. "Tenía temor a ver a otros hombres, temor a todo por norma general", apostilla.

Con el paso de los años, Víctor tiene múltiples relaciones con chicas y su abuelo le preguntaba intimidades de ellas, le solicitaba fotografías de las jóvenes en biquini e inclusive le llegó a conseguir en el móvil inteligente screenshots de fotografías de perfil que él tenía en el WhatsApp con ellas.

Todo lo vivido le llevó a conocer a su primer sicólogo a los 15 años, más allá de que afirma que al tener que asistir a la solicitud con su madre no contó las agresiones pues "no" sabía de qué manera decirlo, con lo que aguardó a los 18 años para charlar por vez primera con una sicóloga del tema. "Fueron las peores experiencia" de su historia, afirma, pues "no" se sentía escuchado y ahora tomaba citalopram y alprazolam (sedantes).

El tener que padecer en silencio todo cuanto le había ocurrido, pese a conocer hasta seis psicólogos --"ninguno" de ellos le indujo a denunciar su situación--, le va a llevar a tener tres intentos de suicidio. El primero, a los 20 años, va a ser el detonante para llamar a su madre por teléfono y contarle lo que su abuelo logró con él.

En ese instante, añade, su madre le declara que de pequeña asimismo lo procuró con ella pero al poner resistencia "jamás mucho más le puso la mano encima" si bien le confesó que quien sí habría abusado de ella fue su bisabuelo paterno.

"Vivíamos en una familia, esa familia de corrompidos, cuando menos, los machos de esa familia eran unos corrompidos", puntualizó tras la confesión que le logró su madre, quien en su instante le solicitó que "por favor no afirmara nada" si la deseaba, lo que transporta a Víctor a estar en silencio desde los 21 hasta sus 24 años.

El llevar el padecimiento del trauma que había vivido en silencio es lo que le hace caer en los tres intentos de suicidio pues es la "única salida que ves, te sientes solo en el planeta". Define la sensación que vive como un "desgarre" en su cuerpo "tanto físico como psicológico, que te pervive en el tiempo".

Sin embargo, a quienes están o estuvieron en una situación como la de él, les afirma que "hay una salida, una luz, una promesa", que hay personas a las que les importa "enserio", "no están solo, no son una carga para absolutamente nadie". Por ello, solicita "paciencia y un tanto mucho más de fuerza, que soporten y no procuren la vía simple" pues acepta que en el final el suicidio "es la vía simple pero la vida lo vale si bien no lo parezca".

Tras años de silencio y padecimiento va a haber un episodio que va a ser el desencadenante de la demanda que Víctor va a poner por agresión sexual. Su padre, que vivía extraño a todo cuanto a él le había ocurrido, un día mira en un bar próximo a su casa un episodio donde el abuelo de Víctor está con la hija de la dueña del local, de unos 22 años, a la que ve de qué manera le da besos por distintos zonas de su cuerpo.

Su padre contará este episodio a su madre y un día, mientras que Víctor y su progenitor están en Lanzarote haciendo un trabajo y van de sendero a casa, sale la charla. Es entonces en el momento en que al joven le da "un ataque" frente al desconocimiento de su padre y le cuenta todo cuanto él ha vivido.

Seguidamente llama a su madre para mencionarle que se lo confesó a su padre, respondiéndole ella que le "semeja bien", algo que Víctor le echó en cara, ya que llevaba nueve años en silencio. Sin embargo, esto y la confesión a un policía vecino va a ser lo que lleve a su madre y a Víctor a denunciar en el último mes del año de 2022 frente a la UFAM, resaltando el trato recibido desde el cuerpo policial, al que está "súper complacido".

Ahora lo "único" que desea es que se celebre el juicio contra su abuelo por las agresiones sexuales presuntamente cometidas y "no poseerlo cerca", en tanto que su familia prosigue viviendo puerta con puerta.

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